
¿Pueden los virus desencadenar el Alzheimer? Nuevas perspectivas para su tratamiento
- curecompass
- 19 abril, 2025
- I+D, Medicina, Salud
- Alzheimer, Alzheimer’s Pathobiome Initiative, AlzPI, Portada
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Un creciente grupo de científicos investiga la relación entre infecciones virales y el Alzheimer, sugiriendo que los antivirales podrían ser una solución prometedora.
En el verano de 2024, varios grupos de científicos publicaron hallazgos que han generado un gran interés en la comunidad médica: las personas vacunadas contra el herpes zóster mostraron una menor probabilidad de desarrollar demencia en comparación con aquellos que no estaban vacunados.
Un estudio dirigido por Pascal Geldsetzer en la Universidad de Stanford, que analizó registros médicos de Gran Bretaña y Australia, concluyó que aproximadamente una quinta parte de los diagnósticos de demencia podría evitarse mediante la vacunación con el virus varicela-zóster vivo.
Otros estudios, incluido uno realizado por GlaxoSmithKline (GSK) y otro por académicos británicos, indicaron que una vacuna “recombinante” más reciente podría ofrecer una protección aún mayor contra la demencia.
Tradicionalmente, la investigación sobre la enfermedad de Alzheimer—la causa más común de demencia—se ha centrado en dos proteínas, conocidas como amiloide y tau. Estas proteínas se acumulan en el cerebro de las personas afectadas, formando placas y enredos que interfieren con el funcionamiento neuronal. Sin embargo, los estudios sobre el herpes zóster han reavivado la discusión sobre una hipótesis alternativa que sostiene que los virus podrían ser el desencadenante de la enfermedad. Según esta teoría, las placas y enredos podrían ser la respuesta del cuerpo a una infección viral subyacente. Si esto es correcto, la eliminación del virus podría prevenir o tratar el Alzheimer.
Ruth Itzhaki, exprofesora de la Universidad de Manchester y actualmente profesora visitante en la Universidad de Oxford, ha defendido esta idea durante casi 40 años. Su investigación se ha centrado principalmente en el virus del herpes simple tipo 1 (HSV1), que infecta a aproximadamente el 70% de la población, a menudo sin síntomas.
La activación del virus puede llevar a una degradación significativa en las áreas del cerebro más afectadas por el Alzheimer. En experimentos realizados en la década de 2000, Itzhaki observó que al infectar células cerebrales humanas en laboratorio con HSV1, los niveles de amiloide aumentaban fragmentariamente, lo que la llevó a sospechar una conexión causal.
A lo largo de los años, Itzhaki se ha enfrentado al escepticismo dentro de la comunidad científica. “Era considerada una hipótesis descabellada”, comenta Or Shemesh, investigador de virus y Alzheimer en la Universidad Hebrea de Jerusalén. La mayoría de los científicos se centraban en el papel del amiloide y tau, asumiendo que eran la causa principal de la enfermedad.
El creciente escepticismo hacia la hipótesis dominante ha llevado a los investigadores a explorar alternativas, como la teoría viral. A lo largo de las décadas, se han invertido decenas de millas de millones de dólares en tratamientos para reducir los niveles de amiloide y tau en el cerebro, pero los resultados han sido decepcionantes.
Los tratamientos existentes solo ofrecen un modesto efecto sobre la progresión de la enfermedad. Además, la conexión entre patógenos y otras enfermedades neurológicas, como la relación entre el virus de Epstein-Barr y la esclerosis múltiple, ha hecho que la teoría viral sea aún más plausible.
Para avanzar en la teoría de Itzhaki, un grupo de 25 científicos y emprendedores de todo el mundo se ha unido en la Iniciativa Alzheimer Pathobiome (AlzPI), cuyo objetivo es demostrar formalmente que las infecciones juegan un papel central en el desencadenamiento de la enfermedad. Su trabajo ha sido publicado en revistas científicas de renombre y ha detallado cómo los virus pueden provocar la acumulación de proteínas relacionadas con el Alzheimer.
Una idea emergente, apoyada por algunos miembros de AlzPI, sugiere que el amiloide y tau podrían ser la primera línea de defensa del cerebro contra patógenos. Según William Eimer de la Universidad de Harvard, estas proteínas son pegajosas, lo que les permite atrapar virus o bacterias y frenar su propagación antes de que se activen respuestas inmunes más sofisticadas. Sin embargo, la presencia de HSV1 activo o de otros patógenos podría desatar una respuesta inmune excesiva, provocando que las proteínas se adhieran entre sí y generen las placas y enredos dañinos en el Alzheimer.
El papel de la genética en este proceso también podría responder a algunas críticas. Por ejemplo, la alta incidencia de la enfermedad en personas con síndrome de Down podría explicarse por la producción de más proteína que, bajo ciertas condiciones, se convierte en amiloide. Además, en 1997, Itzhaki descubrió que las personas con la variante genética ApoE4, que aumenta el riesgo de Alzheimer, solo eran más propensas a desarrollar la enfermedad si también tenían HSV1 en el cerebro. Un estudio de 2020 reveló que las reactivaciones repetidas del virus, aparentemente inofensivas en personas sin ApoE4, más que triplicaban el riesgo de desarrollar Alzheimer en quienes sí lo tenían.
Investigadores de la Universidad de Tufts, trabajando con Itzhaki, han informado sobre por qué ocurren tales reactivaciones. En 2022, encontraron que la infección por otro patógeno, el virus de la culebrilla, pudo despertar el HSV1 latente y provocar la acumulación de placas y enredos. Esto podría explicar por qué la vacunación contra la culebrilla parece ser protectora contra la demencia.
Las implicaciones del enfoque viral para el tratamiento son prometedoras. Las terapias actuales para el Alzheimer, que buscan reducir los niveles de amiloide en las células cerebrales, solo logran ralentizar la progresión de la enfermedad.
Si los virus son un desencadenante, la vacunación o el uso de fármacos antivirales podrían prevenir futuros casos y ralentizar o detener la progresión en quienes ya padecen la enfermedad. Lo más talentoso es que no se requieren grandes avances; los antivirales para el patógeno del herpes labial ya existen y son de patente libre. Además, la vacuna contra la culebrilla se ofrece de forma rutinaria a personas mayores en muchos países.
El primer ensayo clínico aleatorio y doble ciego para evaluar la eficacia de los antivirales contra la demencia está en marcha, liderado por investigadores de la Universidad de Columbia, que están probando si el valaciclovir, un antiviral utilizado contra el HSV1, puede ralentizar el deterioro cognitivo en pacientes con Alzheimer en etapa temprana.
Entre 2018 y 2024, reclutaron a 120 pacientes y trataron a la mitad con el antiviral, con resultados esperados para este año. John Hardy, cuyas investigaciones fundamentan la teoría dominante del amiloide, ha manifestado que un resultado positivo en este ensayo podría convencerlo de reconsiderar su postura.
Con alrededor de 32 millones de personas que viven con la enfermedad de Alzheimer en todo el mundo, si los tratamientos antivirales realmente pueden ralentizar, retrasar o prevenir incluso un pequeño subconjunto de estos casos, el impacto podría ser monumental. La posibilidad de que un enfoque basado en virus transforme el tratamiento del Alzheimer abre nuevas esperanzas para millones de personas y sus familias.