El Síndrome de Dravet

El Síndrome de Dravet provoca un fuerte impacto emocional y económico

El Síndrome de Dravet es una patología neurodegenerativa que suele producirse por la mutación de un gen. Las familias tienen graves dificultades para acceder a los cuidados, tratamientos y procesos de rehabilitación que sus hijos requieren. Los médicos indican el uso de Convupidiol, del laboratorio Alef Medical, que fue el primer derivado del cannabis aprobado como producto farmacéutico en la Argentina.

Un diagnóstico de epilepsia puede generar inicialmente un duro impacto. Y requiere de un adecuado acompañamiento para que el paciente y su entorno puedan asimilarlo de un modo menos traumático. Sin embargo, lejos de encontrar puentes de contención en la sociedad, muchas familias se topan con barreras recurrentes. Dificultan sus posibilidades de desarrollar el tratamiento que cada chico necesita de un modo efectivo.

Este escenario se torna aún más complejo cuando se trata de una enfermedad poco frecuente y resistente a las terapias habituales, como es el caso del Síndrome de Dravet. Esta patología neurodegenerativa también se la conoce como Epilepsia Mioclónica Severa de la Infancia. Se caracteriza por cuadros de epilepsia, trastornos de la conducta y deterioro cognitivo y motor.  A nivel mundial, tiene una incidencia de un caso cada 16.000 o 20.000 nacimientos. En la Argentina no existen estadísticas oficiales, pero se estima que hay entre 20 y 40 nuevos casos por año, en base a la incidencia global y en la tasa de natalidad nacional.

“Los pacientes con Síndrome de Dravet (SD) requieren supervisión constante. Por el riesgo de convulsiones, limitaciones cognitivas y del movimiento que afectan su autonomía. Las familias suelen enfrentar afectación de la vida laboral y social. Adaptando sus rutinas y entornos para mantener condiciones seguras y acompañar a los pacientes. Esta patología tiene un fuerte impacto emocional y económico por ser una condición crónica y discapacitante de difícil manejo”. Así lo explicó Lucina Caramuta, del servicio de Neurología Infantil del Hospital Posadas.

La enfermedad suele comenzar en el primer año de vida, entre los 4 y 12 meses de edad en un niño previamente sano. Con convulsiones prolongadas (más de 5 minutos), que pueden desencadenarse por fiebre, calor o estimulación visual. “A edades más avanzadas, es frecuente la aparición de otros tipos de crisis como mioclónicas y ausencias típicas. A medida que progresa aparecen trastornos del desarrollo neurológico, autismo, trastornos del movimiento y la conducta”. El diagnóstico puede confirmarse con estudios genéticos. El 80% presenta una mutación en el gen SCN1A, que es el encargado de producir una proteína que permite que el sodio entre en las células cerebrales.

Por su parte, Ramiro Fontao, de Neuropediatría del Hospital Penna de Bahía Blanca, coincide en que el diagnóstico de la patología “genera un gran impacto en las familias de los pacientes. Principalmente por las crisis que frecuentemente requieren internaciones. Además de la necesidad en algunos casos de cambios dietarios como tratamiento (dieta cetogénica). Así como el requerimiento de tratamiento farmacológico prolongado y las múltiples terapias de rehabilitación que llevan a cambios en las dinámicas familiares”.

Los pacientes suelen toparse con obstáculos en el acceso a tres elementos clave. Los cuidados que requieren, dada la complejidad de las crisis y el riesgo de complicaciones; los diferentes tipos de tratamientos, tanto en el sistema público como en el privado; y las diversas terapias de rehabilitación y adecuaciones necesarias para el aprendizaje.

Ante las dificultades que plantea el abordaje del Síndrome de Dravet, existen diversas estrategias terapéuticas. “Principalmente el tratamiento médico es farmacológico y la dieta cetogénica. Si bien no hay un porcentaje exacto, la mayoría de los pacientes se consideran refractarios a los tratamientos antiepilépticos estándares habituales. Se estima que aproximadamente la mitad experimenta una reducción en la frecuencia de crisis con el tratamiento. Y que entre un 15% a 20% pueden permanecer libres de crisis. En cuanto a las terapéuticas no farmacológicas, la dieta cetogénica es una opción que puede brindar beneficios en más de la mitad de los pacientes. Logrando una reducción de más del 50% en la frecuencia de las crisis”.

Una opción que ganó terreno en los últimos años es el uso de cannabidiol (CBD). “Logró una reducción significativa en más del 40% de las crisis de los pacientes tratados. Mejoría de la calidad del sueño, del estado de alerta y la interacción social. Además permitió reducir efectos secundarios de otros fármacos al disminuir las dosis de lo mismos”, afirmó Caramuta.

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