Insuficiencia cardíaca

Insuficiencia cardíaca: cómo detectar a tiempo una enfermedad de alto impacto

La insuficiencia cardíaca no es una enfermedad en sí misma, sino un síndrome clínico. Falta de aire al acostarse, tobillos hinchados, fatiga inexplicable: signos que parecen aislados pero que muchas veces esconden una gran amenaza. Esta patología avanza en silencio y representa una de las principales causas de hospitalización en personas mayores de 65 años

Todo comienza con una fatiga que no se explica, falta de aire al subir una escalera, al acostarse a dormir o tobillos que se hinchan con facilidad durante el transcurso del día. Son hallazgos físicos que muchos descartan por el paso del tiempo, el estrés o una vida sedentaria. Pero a veces, detrás de esos síntomas silenciosos, hay una falla más profunda: el corazón.

“Es el conjunto de signos y síntomas que se presentan cuando el corazón no es capaz de bombear suficiente sangre rica en oxígeno al resto del organismo”. Así lo explicó Bruno Guarino, jefe de la sección Insuficiencia Cardíaca y Miocardiopatías del Hospital de Clínicas de la UBA:

Puede presentarse de forma repentina, por ejemplo después de un infarto, o instalarse lentamente a lo largo de semanas o incluso meses. Algunas veces es el resultado de una hipertensión mal controlada, la enfermedad coronaria crónica, sufrir un infarto previamente. También por una miocardiopatía hereditaria o simplemente el deterioro progresivo de un órgano sometido a un desgaste progresivo durante demasiado tiempo. Como ocurre con las valvulopatías, problemas en las válvulas del mismo corazón. El estilo de vida también pesa: el sedentarismo, el tabaquismo y una alimentación desbalanceada juegan un rol clave.

Se estima que 64 millones de personas en todo el mundo padecen insuficiencia cardíaca, lo que representa un desafío epidemiológico significativo. En países desarrollados, la prevalencia oscila entre el 1% y 3% en la población adulta, y asciende a más del 10% en mayores de 70 años. La insuficiencia cardíaca es una de las  principales causas de hospitalización en pacientes mayores de 65 años. Conlleva una elevada morbimortalidad y representa una considerable utilización de recursos médicos y altos costos sanitarios. Como resalta en el último consenso de la Sociedad Argentina de Cardiología.

Uno de los mayores desafíos es el diagnóstico precoz. La disnea, esa dificultad para respirar, es el síntoma más frecuente. Y puede manifestarse tanto durante el día como en forma de ortopnea (cuando el paciente no puede respirar acostado). O de despertares súbitos por falta de aire, lo que se conoce como disnea paroxística nocturna. En todos los casos, el cuerpo intenta compensar un corazón que ya no puede con su tarea y que comienza a acumular presión de manera retrógrada.

“Las herramientas para diagnosticar están: electrocardiogramas, Rx de tórax, Ecocardiogramas Doppler Color, dosaje de péptidos natriuréticos. S on biomarcadores muy útiles para el ejercicio diario en esta subespecialidad. Pero lo más importante sigue siendo escuchar al paciente, saber leer  los síntomas que cuenta e interpretar los signos del examen físico antes de que sea demasiado tarde”.

Hoy por hoy es un desafío aún mayor, ya que el examen físico se realiza cada vez menos y es menos exhaustivo que en décadas pasadas. Por el uso desmedido y muchas veces erróneo de los métodos diagnósticos.

El tratamiento combina cambios en el estilo de vida, control de factores de riesgo y medicamentos. Con buena adherencia, logran evitar internaciones y mejorar la calidad de vida. También se utilizan dispositivos como marcapasos o desfibriladores en casos seleccionados. Sin embargo, muchos pacientes llegan tarde: interrumpen sus medicaciones, subestiman los síntomas o simplemente no consultan.

El especialista remarca que disminuir el consumo de sal, dejar de fumar, incorporar actividad física supervisada y controlar factores como la hipertensión, el colesterol alto o la diabetes son medidas clave que pueden aplicarse de forma inmediata y tienen un impacto real en la evolución de la enfermedad.

Pero en los últimos años, el avance más significativo vino de la mano del tratamiento farmacológico. “En la última década, los pacientes con insuficiencia cardíaca logran períodos prolongados de estabilidad, sin internaciones, y llevando una vida prácticamente normal por largos períodos”. El cambio de paradigma llegó con terapias personalizadas y un seguimiento estrecho por parte de los equipos especializados. Los nuevos fármacos no solo mejoran los síntomas, también reducen las hospitalizaciones y bajan la mortalidad. Esto resulta algo muy importante considerando que esta es una enfermedad progresiva.

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