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Las señales para reconocer si un niño sufre alguna anomalía visual

En los últimos años y sobre todo luego de la pandemia del COVID 19 la miopía es uno de los problemas visuales que más creció, con un incremento del 40%,

Como indicó la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el año 2050 la mitad de la población mundial la padecerá.

Tanto padres como educadores son responsables de detectar si un niño ve bien o no.

El niño no sabe que ve mal porque no conoce lo que es ver bien.

Por eso, los expertos recomiendan estar atentos a determinadas posturas o gestos.

Ya que son de mucha ayuda para poder detectar lo antes posible los problemas de vista.

“Si el chico se acerca mucho a la televisión o al cuaderno cuando escribe o dibuja, si inclina la cabeza, si guiña alguno de los ojos”.

También “si su rendimiento escolar no es el adecuado, si tiene dolores de cabeza frecuentes o le molesta la luz”

Así lo señaló Rafael Iribarren, miembro del Grupo Argentino de Estudio de Miopía. 

De acuerdo a estudios de la OMS, en el mundo hay 7,5 millones de niños en edad escolar portadores de algún tipo de deficiencia visual.

Y de ese total, sólo el 25% presenta síntomas.

Entre las patologías oftalmológicas más frecuentes en la infancia, se encuentran las enfermedades de la refracción.

Estas son problemas de visión que se producen cuando la forma del ojo no permite enfocar bien.

Y es una condición que suele darse en diferentes grados de severidad en 1 de cada 5 niños y niñas.

Son varias las señales para reconocer que estamos ante un niño con alguna anomalía visual, como miopía, astigmatismo, hipermetropía o estrabismo.

Le cuesta ver bien lo que se escribe en el pizarrón o ver la televisión.

Desvía un ojo o tiene visión doble de manera constante o intermitente.

En actividades de cerca, ve doble o borroso de forma ocasional.

Y como consecuencia sufre cansancio, nerviosismo o irritabilidad.

Tiene falta de interés por la lectura o pierde el hilo cuando está leyendo y hasta le resulta difícil recordar lo que leyó.

Al leer sigue el texto con el dedo, mueve mucho la cabeza o la tuerce y mezcla las sílabas al leer.

La comprensión de la lectura para su edad es baja o, incluso, inexistente. Omite o añade palabras al leer, o también se salta de renglón.

Frunce las cejas, parpadea excesivamente o presenta otras deformaciones faciales cuando está leyendo.

Se tuerce al escribir o se sale mucho al colorear.

Al fijar la vista en alguna actividad inclina, gira o ladea la cabeza o la espalda.

Tiene dolores de cabeza frontales, náuseas o mareos por la tarde o después de desempeñar una tarea de cerca.

Sensibilidad exagerada a la luz.

Lagrimeo excesivo, ojos rojos o hinchados y se los frota con frecuencia.

Da pasos en falso, se cae con frecuencia o avanza la cabeza para ver mejor.

Vocaliza en voz baja cuando está leyendo.

Se observa una rigidez corporal cuando mira objetos de lejos.

Invierte letras o sílabas como, por ejemplo, confundiendo la “o” y la “a”, la “n” y la “m”, la “b” y la “d” y la “p” y la “q”.

Estrabismo o bizquera hacia fuera o hacia dentro.

Se tapa o guiña un ojo de vez en cuando para ver mejor con el otro.

Se acerca mucho al libro, teléfono móvil, tablet, ordenador o televisión.

Déficit de atención y concentración o bajo rendimiento escolar.

Mala coordinación entre ojos y mano. Por ejemplo, le cuesta atrapar una pelota.

Sufre malestar, mareos o ve doble al visionar una proyección 3D.

La Sociedad Argentina de Oftalmología Infantil recomienda el calendario para realizar los controles visuales oportunos.

En el recién nacido, a los seis meses, al año, a los tres años, a los cinco años y luego anualmente.

“Hoy los anteojos convencionales solo solucionan el problema de la miopía y no están diseñados para controlarla, por lo que su uso sería similar a tratar un síntoma y no la enfermedad de base”.

“Pero gracias a la persistente investigación de profesionales argentinos y tecnología de última generación hoy se encuentran en el mercado nuevas lentes para mejorar y evitar progresión de la miopía”.

Esto destacó por su parte, Mauro Stabile, CEO de Novar.

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