Salud Mundial: el hambre y las guerras agravan el problema, las grandes naciones no ayudan

La ONU, un organismo mundial muy criticado, avisa que el hambre mundial crece. La ayuda humanitaria de los países ricos disminuye fuertemente: 117 millones de personas se quedan sin alimentos en 2025. La política, las guerras y la burocracia no colaboran mientras se consumen miles de millones de recursos.

La ONU alerta sobre una brecha creciente entre las necesidades humanitarias y la financiación disponible.

A pesar del aumento del hambre mundial, la ayuda de los países ricos se reduce, dejando a 117 millones de personas sin asistencia en 2025, según las proyecciones.

Alemania y Estados Unidos, principales donantes, han recortado o se espera que recorten fondos, mientras que potencias económicas como China e India apenas contribuyen.

La falta de financiación, sumada a las restricciones y retrasos en la entrega de ayuda, agrava la crisis alimentaria global.

El Aumento del Hambre y la Disminución de la Ayuda: Una Crisis Humanitaria Inminente

El mundo se enfrenta a una crisis humanitaria sin precedentes. Mientras el número de personas que sufren hambre y necesitan ayuda humanitaria aumenta, la financiación proveniente de los países desarrollados disminuye drásticamente.

La ONU estima que para 2025, al menos 117 millones de personas se quedarán sin la ayuda alimentaria y otras asistencias esenciales.

Esta alarmante cifra representa una grave amenaza para la seguridad alimentaria mundial y refleja la insuficiente respuesta internacional a una crisis de proporciones gigantescas.

La ONU cerrará 2024 habiendo recaudado sólo el 46% de los 49.600 millones de dólares solicitados para ayuda humanitaria, marcando el segundo año consecutivo por debajo del 50%.

Este déficit presupuestario ha obligado a las agencias de ayuda a tomar medidas desesperadas, como reducir las raciones de comida para los más necesitados y disminuir el número de beneficiarios, una situación calificada como “angustiosa” por los propios trabajadores humanitarios.

En Siria, por ejemplo, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha visto reducida su capacidad de asistencia de 6 millones a aproximadamente 1 millón de personas, según Rania Dagash-Kamara, directora ejecutiva adjunta del PMA.

Dagash-Kamara describe el crudo testimonio del personal del PMA en Siria: “En este momento estamos quitándoles a los hambrientos para alimentar a los que se están muriendo de hambre”. Esta dramática situación ilustra la difícil situación a la que se enfrentan las agencias humanitarias con presupuestos cada vez más limitados.

La ONU atribuye esta situación a conflictos generalizados, inestabilidad política y las cada vez más extremas condiciones climáticas. «Nos hemos visto obligados a reducir los llamamientos a quienes más lo necesitan», afirmó Tom Fletcher, subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios.

Los Cambios en la Política y las Restricciones a la Ayuda: Un Obstáculo para la Respuesta Humanitaria

La disminución de la financiación para la ayuda humanitaria no es un fenómeno aleatorio, sino que está directamente relacionado con cambios en las políticas internas de varios países desarrollados.

Alemania, uno de los principales donantes de la ONU, ha recortado 500 millones de dólares en fondos entre 2023 y 2024 y se espera un recorte adicional de 1.000 millones de dólares para 2025.

La situación en Estados Unidos también genera preocupación. Tras las elecciones, la incertidumbre rodea las políticas del presidente electo Donald Trump respecto a la ayuda humanitaria. Si bien sus asesores no han especificado sus planes, en su primer mandato intentó recortar fondos y ha nombrado a personas que defienden recortes en la ayuda exterior.

Estados Unidos ha sido un pilar fundamental en la lucha contra el hambre, aportando al menos el 38% de la ayuda humanitaria de la ONU en los últimos cinco años (64.500 millones de dólares). La posible reducción de su contribución supondría un golpe devastador a las capacidades de respuesta de las organizaciones internacionales.

El análisis de los datos de la ONU revela una desigualdad alarmante en la distribución de la ayuda. Tres donantes, Estados Unidos, Alemania y la Comisión Europea, aportaron el 58% de los 170.000 millones de dólares destinados a la respuesta a crisis entre 2020 y 2024.

En contraste, China, Rusia e India, tres potencias económicas mundiales, contribuyeron colectivamente con menos del 1%.

China, por ejemplo, ocupó el puesto 32 entre los donantes gubernamentales en 2023, aportando sólo 11,5 millones de dólares.

Esta disparidad en la contribución es criticada por Jan Egeland, ex jefe humanitario de la ONU, quien califica de «locura» que países pequeños como Noruega, con un PBI significativamente menor al de Estados Unidos, se encuentren entre los principales financiadores, mientras que grandes potencias económicas contribuyen mínimamente.

Egeland destaca la inversión de China e India en iniciativas de alto perfil como los Juegos Olímpicos de Invierno y las misiones espaciales, cuestionando la falta de priorización de la ayuda humanitaria.

El portavoz de la embajada China en Washington, Liu Pengyu, defendió la posición de su país señalando su esfuerzo para alimentar a 1.400 millones de personas dentro de sus fronteras.

Las Consecuencias de la Escasa Financiación y las Restricciones a la Ayuda: Impacto en la Respuesta a las Crisis

La insuficiente financiación de la ayuda humanitaria tiene consecuencias devastadoras, principalmente retrasos y restricciones que impiden la respuesta efectiva a las crisis. La ayuda suele llegar tarde, cuando ya se han producido irreparables pérdidas, como señala Julia Steets del Global Public Policy Institute.

Un informe sobre la crisis de hambre en Etiopía (2015-2018) concluyó que, a pesar de evitar la hambruna, la financiación tardía provocó un gran aumento en la desnutrición infantil.

Las condiciones impuestas por los donantes, como la obligación de exhibir logotipos, también afectan negativamente la distribución de los recursos, obligando a recortes en las raciones o la suspensión completa de la ayuda.

Estados Unidos, por ejemplo, ha impuesto restricciones a casi todas sus contribuciones al PMA en la última década.

La corrupción y el robo en los sistemas de ayuda -ninguna novedad en países como Argentina donde el nuevo gobierno desenmascaró a varias organizaciones sociales- también se utilizan como argumento por parte de algunos funcionarios para justificar las restricciones impuestas.

Si bien la ONU tiene una política de tolerancia cero a estas prácticas, está claro que la actual estructura de financiación no garantiza una eficiente y flexible respuesta a las necesidades humanitarias.

Martin Griffiths, ex jefe de ayuda humanitaria de la ONU, propuso en 2014 un cambio en el modelo de financiación basado en tasas pagadas por los estados miembros, similar al sistema utilizado para el presupuesto de la ONU y las misiones de paz.

Esta propuesta, aunque explorada en 2015, fue rechazada por los países donantes, que prefieren el actual sistema que les permite decidir a dónde dirigir sus contribuciones.

Con escasa o ninguna autocrítica, la ONU admite la necesidad de diversificar su base de donantes y reducir su dependencia del «mismo club de donantes» para garantizar la seguridad alimentaria mundial y la asistencia a quienes más lo necesitan.

Fuentes: Reuters, Clarín, La Nación

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