
La revolución de la empatía digital: cómo la IA cambia la vida de personas neurodivergentes
- curecompass
- 26 julio, 2025
- I+D, Salud, Tecnología
- Carnegie Mellon, ChatGPT, Google, Microsoft, neurodivergente, NeuroTranslator, OpenAi, Portada, TDAH
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Herramientas como ChatGPT y la aplicación NeuroTranslator están transformando la comunicación y el día a día de personas con autismo, TDAH y otras neurodivergencias, aunque los expertos advierten sobre los riesgos de la dependencia excesiva.
La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito de la salud mental y la inclusión social está marcando un antes y un después para la comunidad neurodivergente.
Desde 2022, plataformas como ChatGPT, el chatbot desarrollado por OpenAI, han pasado a ser mucho más que asistentes virtuales: para usuarios como Kate D’hotman, directora de cine de Ciudad del Cabo con autismo y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), son “la voz más empática” de su vida. “Sé que es una máquina”, afirma D’hotman, “pero a veces, honestamente, es la voz más comprensiva en mi entorno”.
Las personas neurodivergentes, incluidos quienes tienen autismo, TDAH, dislexia y otras condiciones, suelen enfrentar desafíos en la comunicación diaria. Las señales sociales, el tono de los mensajes y la interpretación de las intenciones pueden resultar confusos y agobiantes. “Nunca he entendido cómo las personas descifran las señales sociales”, reconoce D’hotman, quien destaca cómo, en un ambiente laboral, sus comunicaciones solían percibirse como demasiado directas o incluso descorteses.
Con la ayuda de ChatGPT, ahora revisa el tono y contexto de sus interacciones antes de enviar mensajes importantes, e incluso solicita al chatbot que adopte el rol de terapeuta para guiarla en situaciones delicadas. “A veces le pido que interprete meses de conversaciones para que me ayude a detectar lo que yo podría pasar por alto. A diferencia de los humanos, siempre es positivo y no juzga”, explica.
No está sola. Sarah Rickwood, gestora de proyectos en Kent, Inglaterra, también con TDAH y autismo, destaca: “ChatGPT me ha permitido hacer mucho más con mi cerebro”. Para Sarah, el chatbot es un aliado clave para redactar correos claros y estructurar propuestas profesionales.
Esta transformación no es anecdótica. Según un estudio de Google e Ipsos realizado en enero, el uso global de IA ha crecido un 48%. OpenAI ha informado que, para febrero de este año, ChatGPT ya contaba con más de 400 millones de usuarios activos semanales, de los cuales al menos 2 millones son suscriptores empresariales de pago.
Empresas y emprendedores han detectado la oportunidad de crear herramientas pensadas desde y para la neurodivergencia. El ingeniero australiano Michael Daniel, tras ser diagnosticado junto a su hija con autismo, desarrolló NeuroTranslator, una aplicación que funciona como asistente personal potenciado por IA.
“El bagaje emocional que normalmente acompaña a esas situaciones desaparece en minutos”, afirma Daniel, quien recuerda cómo la herramienta le permitió comprender mejor la recepción emocional de comentarios cotidianos con su familia. Desde su lanzamiento en septiembre, NeuroTranslator ya ha sumado más de 200 suscriptores de pago.
Sin embargo, no todo es optimismo.
Larissa Suzuki, investigadora y científica computacional en la NASA, advierte que la dependencia excesiva puede ser “muy seductora” y conlleva riesgos si los usuarios pierden capacidad de funcionamiento independientemente o si la tecnología falla.
Gianluca Mauro, asesor en IA y coautor de “Zero to AI”, alerta: “El objetivo de modelos como ChatGPT es satisfacer al usuario”, lo que plantea dudas sobre la sinceridad y la ética en sus respuestas, ya que estos chatbots no están sujetos a códigos profesionales como los terapeutas. Mauro sugiere que si la IA se vuelve adictiva, debería regularse.
Un reciente estudio de Carnegie Mellon y Microsoft advierte que el uso continuo de herramientas generativas podría disminuir el pensamiento crítico y dejar a los usuarios menos preparados para desenvolverse sin apoyo tecnológico. “Aunque la IA puede mejorar la eficiencia”, escriben los investigadores, “también puede reducir el compromiso crítico, especialmente en tareas rutinarias”.
La psicóloga clínica Melanie Katzman reconoce los beneficios, pero afirma que la tecnología podría ofrecer una excusa para evitar el contacto humano: “A un terapeuta le interesa sacar a su paciente de la zona de confort, pero a tu compañero de IA le cuesta mucho más hacerlo”.
Para personas como D’hotman, dejar de usar estas herramientas no es una opción. “Muchos terminamos replegándonos de la sociedad”, advierte. Para ella, la IA representa una vía de inclusión y bienestar emocional: “Como alguien que ha luchado toda su vida con una discapacidad, necesito esto”.
La inteligencia artificial abre puertas inéditas para millones de personas, pero el equilibrio entre autonomía y asistencia tecnológica seguirá siendo, en los próximos años, un desafío crucial para la salud mental y la inclusión social.
Fuente: Reuters
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