innovación digital en salud

La innovación digital en salud debe acompañarse de ética e inclusión

Innovar en el ámbito sanitario no es solo incorporar tecnología, sino transformar prácticas, procesos y relaciones dentro de un sistema sobrecargado y fragmentado. La innovación digital en salud es mucho más que dispositivos o aplicaciones. Implica un cambio profundo que debe nacer desde dentro del sistema, con una mirada ética, inclusiva y sostenida en el tiempo.

“Las herramientas tecnológicas pueden aliviar la carga de los equipos y mejorar la atención. Pero solo si se diseñan e implementan con inteligencia, escuchando a quienes sostienen el sistema: profesionales, pacientes y gestores”. Así lo remarcó Federico Pedernera, director del Hub de Innovación y Tecnología Digital de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP).

“Hablar de innovación digital en salud no es hablar solo de tecnología. Es hablar de personas, de sistemas complejos, de decisiones clínicas que impactan, de cultura organizacional y de inequidades que arrastramos hace décadas. También, de los métodos que necesitamos para, con las herramientas de hoy, brindar un mejor cuidado”.

Historias clínicas todavía escritas a mano, salas saturadas, profesionales sin tiempo para actualizarse y pacientes que se pierden en un sistema fragmentado. Al mismo tiempo, una avalancha de promesas tecnológicas, apps, big data, inteligencia artificial, blockchain, que podrían ser parte de la solución. Pero que muchas veces quedan en un PowerPoint o en manos de quienes no conocen el sistema sanitario desde adentro.

“La innovación digital en salud no sólo es posible, sino que es urgente. No es por las tecnologías en sí mismas, sino porque si son integradas adecuadamente y con inteligencia, pueden ayudar a resolver  problemas estructurales. Así como mejorar la experiencia de cuidado y aliviar la carga de  trabajo de los equipos. Innovar en salud también es difícil porque se avanza en medio de tensiones, inevitables en el sector salud”.

En ese sentido, se digitalizan historias clínicas, pero sin interoperabilidad real entre niveles de atención. También se lanzan apps para pacientes, pero sin validación clínica ni integración con  el equipo de salud. Asimismo se anuncian soluciones de inteligencia artificial, pero sin formar en  habilidades digitales básicas a quienes deben usarlas. Además, se discute qué tecnología comprar, pero sin preguntarse quién la va a usar,  para qué y con qué impacto.

“Innovar en salud no es simplemente enchufar algo nuevo. El sistema sanitario siempre evolucionó a partir de innovaciones, pero hoy lo hace sobre un terreno agotado, fragmentado y sobrecargado. Por eso, tener la tecnología disponible no alcanza: se necesita capacidad institucional para sostenerla, adaptarla e integrarla al contexto”.

“Innovar requiere mucho más que ideas. Hace falta constancia, escucha, aprendizaje, paciencia y compromiso. Lo difícil no es imaginar una solución, sino convertirla en parte de la práctica cotidiana”.

Muchas veces, las decisiones sobre qué tecnología incorporar no las toman quienes más conocen las prácticas clínicas o los puntos de dolor del sistema. Se deciden desde escritorios lejanos, en base a criterios de eficiencia, marketing o licitaciones. Sin considerar el impacto real que una implementación tiene sobre los  actores del cuidado.

Esto no es menor: cuando las decisiones se toman sin involucrar a quienes están  en el sistema, los equipos de salud, los pacientes, los gestores de base, se  multiplican los errores. Se compran sistemas que no se usan, se priorizan desarrollos que no resuelven ningún problema real, se construyen soluciones sin  usuarios.

La innovación en salud tiene que estar liderada por equipos transdisciplinarios donde el conocimiento clínico, la lectura sanitaria y la experiencia cotidiana tengan  peso. Porque no hay sistema que mejore si las soluciones no nacen del diálogo con  quienes lo sostienen todos los días.

“No se puede hablar de digitalización en salud dejando fuera a los pacientes y los usuarios. No debería ser aceptable que se hable con tanta liviandad sobre la interoperabilidad, mientras hay centros de salud sin conectividad o profesionales que aún trabajan sin computadora. Tampoco es correcto impulsar apps si no se contempla a quienes tienen baja alfabetización digital o enfrentan barreras tecnológicas por edad, ingresos o ubicación”.

La innovación digital tiene que diseñarse para incluir, sino es una forma más de consolidar las inequidades del sistema. Porque cuando una solución tecnológica  solo funciona para algunos, no es innovación: es segmentación. Innovar en salud no es solo avanzar, es entregar valor a todo el  sistema. Y eso implica mirar con honestidad las asimetrías existentes. Y hacer algo  al respecto desde el diseño, desde la implementación y desde la evaluación del  impacto.

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