
El consumo problemático que el diagnóstico no dice pero la enfermería puede detectar
- Redacción
- 7 mayo, 2025
- Salud
- consumo problemático, enfermería, Fundación Iberoamericana de Salud Pública, Observatorio Argentino de Drogas, Portada
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Frente al consumo problemático, muchas veces la clínica no alcanza para detectar lo que realmente sucede. Así lo destacó Leonardo de Vincentiis, director de Enfermería de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública. “Es fundamental aprender a leer entre líneas, algo que una enfermera o un enfermero puede hacer al estar presente, escuchando más allá del motivo de consulta. En esa tarea, la enfermería despliega una habilidad que trasciende protocolos: escuchar, observar y conectar”.
El consumo problemático no siempre se presenta como tal. No aparece anunciándose con carteles ni diagnósticos definidos. A veces se expresa como un insomnio que persiste pese a los tratamientos. Como una ansiedad disfrazada de taquicardia. O como una tristeza que no logra decirse en palabras. Otras veces se manifiesta en la reiteración de ausencias a turnos, en excusas vagas, en cambios bruscos de humor, o en una mirada que esquiva. Y sin embargo, detrás de esos signos hay un proceso que pide ser comprendido.
Como indican datos del Observatorio Argentino de Drogas, más del 30% de los jóvenes adultos consumieron alcohol en exceso en el último mes. Y en adolescentes esa cifra es aún mayor. Pero lo más relevante no es la estadística, sino lo que revela. La mayoría de quienes tienen un consumo problemático no se perciben a sí mismos como personas con un problema de salud. Por eso no consultan. Por eso no llegan a tiempo. Y por eso el rol de la enfermería puede marcar la diferencia.
En muchos casos, el primer indicio no lo da un examen, sino un gesto. Un comentario al pasar, una contradicción en el relato, una expresión corporal que no concuerda con lo que se dice. Y es ahí, en esa micro escena muchas veces inadvertida, donde la enfermería puede hacer prevención primaria real.
“Quienes trabajamos en enfermería lo sabemos: no siempre contamos con tiempo extra, pero muchas veces sí con una presencia significativa. Estamos ahí cuando otros ya se fueron, cuando se apagan las luces del consultorio, cuando alguien decide bajar la guardia y animarse a hablar. Y esa es una oportunidad clínica y humana que no podemos desaprovechar”, indicó de Vincentiis.
“Como profesional, me interesa profundamente fusionar la práctica cotidiana con la teoría que fundamenta nuestra disciplina. Porque ahí es donde la enfermería se afirma no sólo como ciencia, sino como arte del cuidado. Las teorías de enfermería no son ideas abstractas: son marcos que ordenan la mirada y nos permiten actuar con sentido. En este caso, la Teoría de las Transiciones de Afaf Meleis resulta especialmente útil”.
Meleis, enfermera estadounidense, sostiene que todo ser humano atraviesa transiciones. Cambios en el estado de salud, en el entorno familiar, en los roles sociales. Estas transiciones pueden ser esperadas o abruptas, elegidas o impuestas. Pero todas conllevan una carga emocional, simbólica y práctica que puede generar desequilibrio. Cuando ese proceso no es acompañado, el cuerpo y la mente buscan salidas. Y muchas veces, la vía de escape es un consumo. Una forma imperfecta pero inmediata de regular lo que no se puede sostener.
Un adolescente que repite de año y comienza a faltar al colegio. Nadie se da cuenta hasta que aparece con signos de intoxicación. Detrás del consumo, hay una transición de identidad no sostenida. La pérdida de autoestima, la desconexión social, la falta de un referente.
Una mujer de 50 años que, tras cuidar a su madre durante años, se queda sola tras su fallecimiento. Comienza con consumo de ansiolíticos y luego de alcohol. Detrás de ese patrón, hay una transición de rol mal procesada: de cuidadora indispensable a mujer invisibilizada.
Un hombre de 35 años con diagnóstico reciente de diabetes tipo 2 que abandona los controles y se vuelve irritable. Al indagar, se descubre un uso sostenido de cannabis para “calmarse”. Aquí, la transición de salud genera una crisis de identidad y de hábitos no acompañada.
Cuando se comprenden las transiciones, se entiende al consumo como un síntoma, no como una falla moral. Y al mismo tiempo se abre la puerta a intervenciones más humanas, más efectivas y menos estigmatizantes.
Desde esta perspectiva, el rol de enfermería trasciende la técnica. Se vuelve guía, testigo, acompañante. En la atención primaria, es posible generar espacios de escucha sin juicio. En los hospitales, observar y registrar cambios conductuales que ameritan atención. Y en la visita domiciliaria, ver lo que el consultorio no muestra: vínculos, dinámicas familiares, silencios.
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