Colesterol elevado

Colesterol elevado en la mitad de los argentinos

La enfermedad cardiovascular (ECV) constituye la primera causa de mortalidad a nivel mundial. Uno de los principales factores de riesgo responsables de esta carga de enfermedad es el colesterol elevado. Se estima como causa de 2,6 millones de muertes en el mundo. En Argentina, según la 4ª Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2018) cerca del 40% de las personas mayores de 18 años tiene colesterol total elevado.

El colesterol es una sustancia grasa que circula en la sangre y que es esencial para las funciones celulares y hormonales. Se transporta mediante unas proteínas formando una molécula más grande llamadas lipoproteínas. En exceso, se acumula en las paredes arteriales y favorece la aterosclerosis, es decir, la formación de placas que dificultan el flujo sanguíneo. El daño se produce silenciosamente y sus consecuencias son graves. Infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y problemas vasculares.

La presencia de altos niveles de colesterol en la sangre puede relacionarse con condiciones heredofamiliares. Pero principalmente se asocia al modo en que vivimos, especialmente con el exceso de peso, el sedentarismo y el consumo nocivo de alcohol como los principales determinantes. Se divide en Colesterol LDL (“malo”), que transporta colesterol hacia las arterias. Su exceso provoca acumulación y daño vascular. Y Colesterol HDL (“bueno”), que recoge colesterol de tejidos y arterias y lo lleva al hígado para eliminarlo, reduciendo el riesgo cardiovascular.

“Dado que generalmente no hay síntomas inmediatos por tener el colesterol elevado, distintas guías del mundo sugieren tener un primer control entre los 6 y 11 años de edad. Y luego entre los 17 y 21. De todas maneras es importante remarcar que la presencia de antecedentes familiares de enfermedades del colesterol hereditarias, o enfermedad cardiovascular a edades tempranas, hacen necesario el control de los niveles de esta sustancia a intervalos menores. Se debe tener en cuenta el riesgo cardiovascular de cada paciente. En aquellos con riesgo bajo se recomienda reevaluar cada tres años hasta la cuarta década de la vida y luego anualmente”. Así lo sostuvo Analía Aquieri, médica cardióloga del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires.

Tener antecedentes familiares de hipercolesterolemia familiar, edad avanzada, sobrepeso u obesidad, diabetes e hipertensión arterial y sedentarismo son algunos factores de riesgo que predisponen a tener colesterol alto.  Como indicó la OMS uno de cada tres adultos no hace suficiente ejercicio. Y cerca de 1.800  millones  de  adultos  en  todo  el  mundo  están  en  riesgo de desarrollar enfermedades debido a la falta de actividad física. Por otra parte, en Argentina, la obesidad alcanza a un cuarto de la población. Como indicó  la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2018, el 25,3% de la población es obesa. Además, de acuerdo al mismo relevamiento, el 36,3% tiene sobrepeso.

La alimentación es fundamental para controlar el colesterol. Es importante reducir grasas saturadas y trans, aumentar fibras solubles, vegetales, frutas, cereales integrales, legumbres y pescados. Cada gramo de fibra soluble puede reducir el LDL en aproximadamente 2.2 mg/dL. Sin embargo, el colesterol puede estar elevado por otras causas como por ejemplo alteraciones genéticas o trastornos hereditarios. Por eso, el tratamiento debe integrar alimentación, actividad física, control del peso y, cuando corresponde, los fármacos específicos.

“Es importante hacer hincapié en que el colesterol elevado debe abordarse con los tratamientos farmacológicos que indican los médicos. Entre ellos las estatinas, que presentan una robusta evidencia científica de sus beneficios, tanto en prevención primaria como secundaria. En este sentido muchas veces circula información confusa o errónea en redes sociales. Siempre es fundamental la consulta al especialista”.

El uso de estatinas reduce significativamente la mortalidad y las complicaciones futuras si ya hubo una enfermedad cardíaca o cerebrovascular. Incluso  en personas sin antecedentes pero con riesgo cardiovascular (por edad, diabetes, hipertensión, colesterol muy elevado), el beneficio relativo es del 25%‑30% en eventos graves, con reducción también del ACV. El tratamiento es seguro y bien tolerado; los efectos adversos graves son poco frecuentes y no generan complicaciones significativas.

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